Benito Torres Sandoval

Benito Torres Sandoval

Analfabeto y sin zapatos, mucho menos con una camisa blanca y corbata, de veinticinco años de edad y ojos azules, en diciembre de 1956 Benito Sandoval Torres tuvo su primer encuentro con La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Torres era el más pobre de las personas que asistían a la casa de oración de la Iglesia en Toluca de Lerdo, Estado de México; ese día, tal vez el único varón adulto que no podía proveerse un par de zapatos. Sin embargo, los treinta y tantos hermanos asistentes a la reunión le dieron la bienvenida. No les importó que hubiera ido descalzo, vistiera ropa andrajosa, ni mucho menos el olor rústico. Al contrario; lo hicieron sentir cómodo.

Benito torres

El Sueño de Benito

     Un miembro de la Iglesia de la localidad de San Mateo Atenco, cerca de Toluca, había invitado a Torres a la Iglesia. En su primer intento no tuvo éxito en localizarla. No obstante, el Señor intervino en la vida de Torres de un modo interesante. La historia se desarrolla así: Mientras Benito, que en esta ocasión iba en compañía de su amigo miembro, se acercaba al centro de reuniones ese domingo en 1956, un sueño imborrable flotaba a lo largo de su mente. La noche anterior había experimentado algo muy raro en la historia de la existencia humana, un sueño que le reveló no sólo una realidad desconocida para él, sino que de una forma indisoluble y permanente se quedó fija en su conciencia. En su sueño había visto una casa que se usaba para reuniones religiosas donde las personas se congregaban para participar en los servicios. Vio la ubicación del edificio, sus características materiales, y su color exterior. Avistó no sólo lo que él entendía que eran sus compatriotas mexicanos de todas las edades y de ambos sexos entrar en el edificio, sino también tomó nota de sus rasgos faciales discretos y respetables. Estudió su manera de vestir y se dio cuenta de la preparación de los detalles en algunas de las mujeres, incluso hasta en las cejas y las pestañas. Distinguió a un grupo de personas sentadas en círculo quienes le dieron la bienvenida. Tomó nota de los dos jóvenes que estaban enseñándoles. Advirtió también allí extranjeros, hombres jóvenes con camisas blancas, chalecos y corbatas saludando a la gente al entrar. Nunca había visto un espectáculo como éste. Lo inquietó y lo atrajo a la vez. Se preguntó si debería contarle a su amigo Francisco Mena del sueño, pero decidió mantenerlo para sí mismo hasta un poco después.

     Al doblar la esquina en su camino a la casa de oración, Benito y Mena vieron súbitamente el lugar de reuniones. El joven se detuvo y miró el edificio. Su respiración se aceleró. Sus ojos se movían de un lado a otro de la gente al lugar y de vuelta. Se sentía débil. A continuación, una ola de calma envolvió su ser y continuó pensativo. Hasta el más mínimo detalle del escenario que había visto en su sueño, lo estaba viendo en la realidad, como si fuera perfectamente sacado de un guión. ¿Cómo puede ser esto? se preguntó. Entró en el edificio y se sentó, maravillándose de lo que había sucedido.

Benito Torres y esposa

Benito se convierte al instante

     “Me sentí tan feliz”, dijo. “Experimenté algo en mí que nunca antes había percibido, algo que me dijo que yo no era un hombre patético. Alguien en el cielo sabía de mí y me guiaba. Debido a ese sueño me hice mormón; sobre todo cuando me enteré de las enseñanzas de la Iglesia sobre la Palabra de Sabiduría y de los apóstoles de hoy en día y los profetas. Yo sabía que esa es la forma que la verdadera iglesia tenía que ser.” Su conversión fue instantánea.