Nos complace presentar en esta edición de diciembre una carta navideña de la Presidencia de Área y los acontecimientos más sobresalientes del Templo de la Ciudad de México y el Templo de Tijuana, los cuales se suman a la 'cadena de perlas' que adornan nuestro país.
CARTA DE LA PRESIDENCIA DE ÁREA MÉXICO
En esta hermosa temporada de Navidad 2015, nosotros sus hermanos de la Presidencia de Área, nos unimos a todos ustedes al celebrar el nacimiento y la vida de nuestro Señor y Redentor Jesucristo.
Es también un tiempo para mostrar nuestro más profundo agradecimiento por la reciente rededicación del Templo de la Ciudad de México, así como la próxima dedicación de una nueva Casa del Señor en la ciudad de Tijuana.
Mostremos en esta sagrada temporada del año, nuestra buena voluntad, nuestro corazón quebrantado y un espíritu contrito como una ofrenda.
Acerquémonos a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo nuestro Salvador con fidelidad y amor, extendiendo su obra de salvación a nuestros antepasados en Su Santa Casa. Compartamos el Evangelio a todos nuestros hermanos y experimentemos el gozo de edificar Su reino en la tierra, al ser fieles en nuestros diezmos y ofrendas de ayuno, mientras recibimos Sus amorosas bendiciones en respuesta a nuestra fe y sacrificio.
Les deseamos a cada uno de ustedes una hermosa y feliz Navidad en compañía de sus seres queridos.
Sinceramente sus hermanos:

Presidencia de Área México
Élder Benjamín De Hoyos
Élder Paul B. Pieper
Élder Arnulfo Valenzuela
¿POR QUÉ EL TEMPLO ES LA CASA DEL SEÑOR?
El templo es un lugar considerado sagrado y de santidad verdadera o asumida; en una acepción más limitada, un templo es un edificio construido para efectuar ritos y ceremonias sagradas, y exclusivamente dedicado a tal objeto.

El vocablo latín templum era el equivalente del término hebreo Beth Elohim, y significaba la morada de Dios; de ahí que, por su relación con la adoración divina, literalmente significaba la CASA DEL SEÑOR. Los templos jamás han sido considerados como sitios de reuniones públicas ordinarias, sino como recintos santos, consagrados a las ceremonias más solemnes de ese sistema particular de adoración, idólatra o divino, del cual el templo era el símbolo visible y tipo material.
El Tabernáculo sagrado de Israel, en calidad de santuario de Jehová, desde la época de su construcción en el desierto, y entonces durante el período en que anduvieron errantes y aun por siglos después, se había construido de acuerdo con un plan y medidas revelados. Se trataba de una estructura compacta y portátil, acomodada a las exigencias de su emigración. Aun cuando el Tabernáculo era solamente una tienda, se construyó de los mejores, más preciados y costosos materiales que el pueblo poseía.
Esta condición de excelencia era propia y digna, dado que la estructura terminada constituía la ofrenda de una nación al Señor. Su construcción fue prescrita con minucioso detalle, así en cuanto al diseño como al material; fue en todo respecto lo mejor que el pueblo pudo dar, y Jehová santificó la dádiva ofrecida con su aceptación divina.
Poco después de ascender al trono, Salomón emprendió la obra que, como herencia y honor, recibió con la corona. El número de los que trabajaron en el templo ascendió a muchos miles, y todo departamento quedó bajo el cargo de maestros artesanos. Era un honor prestar servicio en la gran estructura de la manera que fuere, y la mano de obra cobró una dignidad que hasta entonces no se había conocido. La construcción del Templo de Salomón fue un acontecimiento trascendental. En cuanto a arquitectura y construcción, diseño y costo, es conocido como uno de los edificios más notables de la historia. Los servicios dedicatorios duraron siete días, una semana de regocijo santo en Israel.
El Templo de Herodes fue el último templo que se erigió en el hemisferio oriental. Desde la destrucción de ese gran edificio hasta el tiempo del restablecimiento de la Iglesia de Jesucristo en el siglo diecinueve, todo lo que sabemos de la edificación de templos es lo que se menciona en los anales nefitas. El pueblo construyó un templo como en el año 570 a. de J.C., el cual, según se nos informa, siguió el modelo del Templo de Salomón aunque muy inferior a esta lujosa estructura en esplendidez y costo.
Es de interés leer que cuando el Señor resucitado se manifestó a los nefitas en el continente occidental, los encontró reunidos en los alrededores del templo. Sin embargo, ya para el tiempo de la destrucción del Templo de Jerusalén, no se mencionan templos en el Libro de Mormón, y por otra parte, la nación nefita llegó a su fin antes del cuarto siglo después de Cristo. Es evidente, por tanto, que en ambos hemisferios dejaron de existir los templos en las primeras etapas de la apostasía y que entre el género humano pereció el concepto mismo de un templo, en el sentido particular. Por muchos siglos no se hizo al Señor la ofrenda de un santuario.

En el año 1820 de nuestro Señor, José Smith, el profeta de esta última dispensación, en esa época un joven de quince años, recibió una manifestación divina, en la cual el Padre Eterno y su Hijo Jesucristo se aparecieron e instruyeron al joven. Por medio de José Smith se restauró a la tierra el evangelio de los días anteriores y se restableció la antigua ley. Con el transcurso del tiempo, mediante el ministerio del Profeta, se organizó la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuyo establecimiento se distinguió por manifestaciones de poder divino.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días proclama que posee el santo sacerdocio nuevamente restaurado a la tierra, y que está investida con la comisión divina de erigir y conservar templos dedicados al nombre y servicio del Dios verdadero y viviente, y administrar dentro de estos edificios sagrados las ordenanzas del sacerdocio, cuyo efecto estará en vigor así en la tierra como allende el sepulcro.
Extractos del Capítulo 1 del libro “La Casa del Señor” del élder James E. Talmage, publicado por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Salt Lake City, EE.UU., 1977.
LAS BENDICIONES DEL TEMPLO DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Rufina, Puebla

2 de Diciembre de 1983: fue el primer día de la dedicación del Templo de la Ciudad de México. Yo era misionera en el Centro para Visitantes cuando llegaron los presidentes Gordon B. Hinckley, Ezra Taft Benson y Howard. W. Hunter; los élderes Richard G. Scott, Thomas Fyans, Teddy E. Brewerton y H. Burke Peterson para observar la hermosa estatua del Cristo. Ellos irradiaban luz. Vestían de blanco en su totalidad. Al salir el presidente Hinckley nos saludó a mi compañera y a mí; pude sentir su gran espíritu; como si el Señor mismo estrechara mis manos.
Hilda, Ciudad de México.
En 2008 decidimos ir a la “Casa Abierta” del templo para que nuestro hijo pequeño lo conociera y también invitamos a asistir a unos familiares, los cuales inmediatamente aceptaron. No podía creer que mi tío estuviera ahí en la Casa del Señor, con su familia, sintiendo lo mismo que yo, con los ojos humedecidos por el bello espíritu que se sentía dentro. Más adelante recibimos la invitación a su bautismo, y un año después para su sellamiento. Aprendí que no sabemos en qué momento el Señor tocará el corazón de las personas que amamos, nunca nos demos por vencidos y oremos siempre por ellos.
Vicente, Guadalajara.
TESTIMONIOS TEMPLO DE TIJUANA
Tenía 12 años cuando fui por primera vez al Templo de San Diego, California EE.UU. para hacer bautismos vicarios. Quedé totalmente asombrado con la pureza y paz que sentí, desde entonces se convirtió en una parte central en mi vida. Tener un templo próximamente en nuestra ciudad de Tijuana, es la más grande bendición que podemos recibir para obtener luz y conocimiento indescriptible.
Samuel, Tijuana
Cuando tenía 9 años de edad uno de mis hermanos falleció y por ello mi mamá nos llevaba frecuentemente al Templo de los Ángeles California, EE.UU. Un día le pregunté por qué le gustaba estar ahí y me contestó: 'Este es un lugar donde me siento tranquila y en paz; un día llegarás a amar este lugar y se convertirá en otro hogar para ti.' Ya no será necesario cruzar la frontera, estoy llena de agradecimiento por la fidelidad de mi mamá y su gran ejemplo.
Liliana, Ensenada.
Era difícil asistir porque teníamos que cruzar la frontera para ir a San Diego o cada 3 meses ir al Templo de Hermosillo Sonora en un viaje de 12 horas. Me llena de felicidad la próxima apertura en mi ciudad. Ahora podemos demostrar nuestra obediencia y gratitud al ser partícipes dignos de entrar a Su santo templo.
Nahomy, Tijuana
