LA CONVERSIÓN DE ERIKA
Por Claudia González Jiménez
Barrio Vallejo, Estaca Lindavista México
Conocí a Erika Álvarez en la ciudad de Cancún: una gran amiga y compañera de trabajo, prácticamente sola a sus 24 años ya que toda su familia vive en la Ciudad de México, sin embargo siempre la vi entusiasta por ser alguien en la vida y dando lo mejor de ella a toda la gente.
Por diversas circunstancias dejé Cancún pero la amistad continuó gracias a las redes sociales; una mañana me escribió para decirme que estaba triste porque había fallecido su papá y por si fuera poco, se encontraba desempleada. En en esos momentos deseaba estar con ella para darle palabras de ánimo pero no desaproveché la oportunidad de hablarle de Dios, le pregunté si tenía Biblia y le envié una referencia tratando de consolarla.
A los pocos días volvían a invadirla los mismos sentimientos y le dije: “Amiga no sé cómo darte consuelo desde aquí, pero sí sé que un par de jóvenes misioneros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días pueden ayudarte”; ella respondió que deseaba escucharlos así que no dejé pasar un minuto para mandar su referencia a los misioneros de Cancún. Mientras tanto no dejé de hablarle de la Iglesia, de lo que pasa cuando un ser querido fallece, del perdón, del arrepentimiento y muchas cosas más. Al mes siguiente viajé y me hospedé en su casa para tener la oportunidad de mostrarle el Libro de Mormón y le dije: “Este es otro testamento de Jesucristo”.
Ese mismo día me encontré a unos misioneros en el autobús y les hablé de ella. Más tarde cuando la volví a ver noté que en su rostro había algo particularmente especial y era porque los élderes la habían visitado; nos abrazamos muy fuerte y me dio las gracias. En ese momento me dijo: “¿Qué tengo que hacer para bautizarme?” Su pregunta me tomó por sorpresa y le respondí sonriendo: “Tienes que escuchar todas las charlas con los misioneros”.
Aunque todavía estaba desempleada pedía en sus oraciones encontrar un trabajo para poder guardar el día de reposo; durante su tercera charla misional, la contrataron en un lugar donde no tenía que ir los domingos; así ella supo que El Padre nos conoce de manera individual y acomoda los acontecimientos de acuerdo a las intenciones de nuestro corazón.
Al siguiente domingo fuimos al barrio que le corresponde; le expliqué lo que hacemos durante las tres horas y accedió sin dudarlo, así que disfrutamos juntas de los servicios completos. Cuando volvimos a su casa me hizo otra pregunta que hasta la fecha me estremece. “¿Amiga por qué no me compartiste esto antes?” Con lágrimas en los ojos le expliqué que todas las personas tienen su tiempo y Nuestro Padre Celestial sabe exactamente cuándo están listas para recibir Su Evangelio.
Después de pasar por ciertas adversidades Erika se bautizó el día primero de septiembre del 2012. A los pocos días le dieron su primer llamamiento, a los seis meses de miembro recibió su bendición patriarcal, posteriormente entró al Templo de la Ciudad de Mérida a hacer bautismos vicarios y recibir su investidura, también realizó las ordenanzas por sus cuatro generaciones y ha abrazado el Evangelio con todo su corazón.
Ella se siente muy agradecida conmigo y no deja pasar la oportunidad de decirme que le cambié la vida, que ahora ya no está sola, que en la Iglesia ha encontrado a más gente que la estima. Me siento bendecida por tener como amiga y ahora hermana en la fe a un ser tan especial y ver cómo ha progresado en el Evangelio y se mantiene firme. Ahora ella también comparte el Evangelio con la gente que la rodea. Con esta experiencia aprendí que aunque no portemos un gafete oficial de la Iglesia cada uno de nosotros puede ser una luz en la vida de otra persona.