Andrés Carlos González Rodríguez, nació en el pueblo de Nadadores, Coahuila, en 1887. Vivió la mayoría de su juventud en ese pueblo y aunque su padre era protestante y su madre era católica, él nunca se aferró a ninguna de esas religiones.
Cuando Andrés era jovencito, su hermano mayor, Manrique, se mudó a las Colonias de la Iglesia en el estado de Chihuahua. Andrés recibía cartas de Manrique y poco a poco se interesó en las oportunidades que se ofrecían en las colonias. Decidió irse en 1904 y, tal como su hermano, fue hermanado por los miembros de la Iglesia de ahí, en 1906 decidió bautizarse en la Iglesia.
Andrés comenzó a estudiar en la Academia de la Estaca Juárez, fue uno de los pocos mexicanos nativos que estudiaba ahí. En ese mismo lugar conoció a su futura esposa, Minnie Spencer, quien había nacido en las colonias. Al casarse, se hicieron una de las primeras parejas “mexico-americanas” en la Iglesia y también una de las primeras parejas monógamas en las colonias.
Apenas un año y medio después de haberse casado, Andrés recibió una carta donde se le llamaba a servir una misión de tiempo completo. Aunque fue un gran sacrificio ya que dejó su empleo y a su esposa con su primer hijo recién nacido. Andrés y Minnie confiaron en las promesas del Señor y partió a su misión. Predicó en Cuernavaca, Ozumba, Atlautla, San Pablo, y Amecameca.
Un día durante la misión, Andrés y su compañero se pararon en una esquina y comenzaron a cantar un himno. Eso les hizo enojar a las personas del pueblo y los echaron en la cárcel. La Revolución Mexicana ya había comenzado y Andrés temía que él y su compañero se convirtieran en dos más de las muchas personas asesinadas durante la Revolución. Fue bajo esas circunstancias que comenzó a escribir la letra del himno, “Placentero Nos Es Trabajar.”
Durante ese tiempo, Andrés y su compañero fueron capturados por zapatistas y maderistas, quienes pensaron que eran espías y amenazaron con matarlos. En ese momento, Andrés cobró valor y recordó la historia de Abinadí. Les citó a sus captores la escritura que se encuentra en Mosíah 13:3: “No me toquéis, porque Dios os herirá si me echáis mano, porque no he comunicado el mensaje que el Señor me mandó que diera; ni tampoco os he dicho lo que pedisteis que dijera; por tanto, Dios no permitirá que yo sea destruido en este momento.” Andrés les dijo que aún necesitaban dar un mensaje urgente a su líder, el presidente actual de México, Francisco I. Madero. Lo creyeron y lo llevaron a su oficina. El presidente Madero le recibió y se dio cuenta que conoció al padre de Andrés, lo cual le ayudó a ablandar su corazón. Pidió que el vicepresidente, Pino Suárez, los acompañara y entonces permitió que Andrés les compartiera el Libro de Mormón.
Durante esa misma época, Andrés y Minnie casi no se comunicaban porque los revolucionarios habían cortado los medios de comunicación a través del país. Una noche soñó que su pequeño hijo—quien tenía apenas tres meses de edad cuando Andrés se fue a la misión y ya iba a cumplir un año—había fallecido. Sin embargo, una voz le dijo en el sueño que él se quedara en la misión. Andrés se despertó y creyó lo que había soñado y a pesar de su tristeza, se quedó en la misión tal como la voz le había mandado. Unas semanas después, recibió un mensaje de Minnie de que, el bebé había fallecido.
A causa de la revolución Andrés tuvo que regresar a las Colonias donde casi todos los habitantes, incluso su esposa, habían evacuado a Estados Unidos. Ella había viajado a Tucson, Arizona, donde más tarde se encontró con él. Después de un tiempo, Andrés y Minnie regresaron a las Colonias, pero no duraron mucho tiempo ahí y más tarde se mudaron a El Paso, Texas.
Andrés murió en El Paso en 1973, a los 86 años. Un comprometido misionero, que tal como el himno que había escrito decía, se alegró al predicar el evangelio, con ahínco lealtad y fervor a su pueblo.