Una jornada maravillosa
Relato de Miguel Jaramillo Ledesma
Había llegado el día y los miembros de la estaca Aragón estábamos preparados para aportar nuestro granito de arena en la construcción. Los líderes de la iglesia nos habían pedido donar nuestro trabajo en la construcción del Templo de la Ciudad de México. Todos nosotros, tomamos el nuevo reto con entusiasmo y renovado amor por tener la oportunidad de participar en esta obra maravillosa. No podía haber mejor escenario que el que rodeaba el buen espíritu de sacrificio que se emanaba en esos momentos.
Se formaron brigadas de trabajo con el fin de realizar la limpieza de un terreno árido, con basura y maquinas abandonadas, bajo el rayo del sol, para prepararlo todo a fin de iniciar esta magna obra.
La jornada de trabajo iniciaba a las 4 de la mañana, y consistía en, emparejar el terreno, hacer zanjas profundas para el área perimetral, colado de cemento para las áreas del estacionamiento, fabricación de tabique, que consistía en preparar una revoltura de arena y cemento, apisonando manualmente con una estaca de madera, en un molde de metal, que al final quedaba compactado y perfectamente formado. Existía tan buen espíritu que a veces se realizaban competencias a ver quién hacia más tabiques, o más tramo de preparación de zanjas, colado etc.
Después de trabajar por varias horas en la obra nos aseábamos en tambos con agua, nos refrescábamos, cambiábamos y aunque fatigados y desvelados nos íbamos a nuestros trabajos o labores diarias.
Las hermanas de la sociedad del socorro hacían los desayunos, almuerzos y todas las comidas del día, para todos los que participábamos en la obra, limpiaban el terreno y ayudaban en todas las tareas que fueran necesarias, ellas nos brindaban todo lo necesario para continuar con la jornada.
Todos los miembros de la estaca participamos como pudimos, los hombres y mujeres jóvenes no se quedaron de brazos cruzados, su trabajo consistía en separar de manera manual el granito blanco del grisáceo, esa obra fue monumental, pues los camiones llevaban toneladas de granito para poner en la fachada del templo.
Si miramos las bardas, los jardines y las paredes que rodean la manzana del Templo podremos ver el esfuerzo de cada uno de los miembros que participamos en la construcción de esa maravillosa obra, para que hoy en día todos podamos gozar de las bendiciones de tener un templo en nuestro país.