Los Frutos de la Fe
Relato de Anita Cigarroa de Bohlem,
Cuando se inició la construcción del templo de la Ciudad de México se solicitó una donación especial a todos los miembros del país, la participación de los miembros permitiría solventar el gasto y mano de obra de la construcción, los miembros que vivían lejos de la Ciudad de México aportaban una donación económica, que para muchos representaba un gran esfuerzo darlo.
La hermana Anita Cigarroa de Bohlem de la ciudad de Tapachula, Chiapas, de 72 años no tenía ingresos propios, sino que vivía del sostén de sus hijos, sin embargo, tenía un gran deseo de participar para tener un templo en su propio país.
Ella decidió ir con el obispo y le dijo que, aunque no tenía ingresos iba a juntar el dinero que pudiera para hacer la donación. “usted no tiene que donar puesto que ya no tiene ingresos” le dijo el obispo, sin embargo, ella estaba decidida a donar para tener un templo en su país y ya no tener que viajar 3,700 kilómetros que en ese tiempo representaba más de 60 horas de viaje para llegar al templo más cercano en Mesa, Arizona. Ahora tenían la posibilidad de tener un templo a 1,100 kms que representaba la tercera parte de la distancia y estaría dentro de su propio país, donde no requerían pasaporte ni visa para poder asistir.
Con ese fuerte deseo de participar, una noche antes de dormir, se arrodillo y ofreció una oración para saber cómo podría contribuir. A la mañana siguiente se levantó y fue a su jardín y nuevamente se arrodillo, ahora a la sombra de su bello árbol de mangos que nunca había dado fruto pues era un injerto de 3 tipos de mangos que al parecer no había dado resultados. En su ferviente oración pidió que bendijera ese árbol para que diera fruto, y ella pudiera cumplir su propósito, al vender el fruto y aportar su donación para la construcción del templo.
La hermana Anita, cuido del árbol, lo podó, lo fertilizo y se aseguró que nunca le faltara el agua y para su sorpresa al llegar la temporada vio que el árbol se empezó a llenar de flores las cuales se convirtieron en mangos.
Solo tuvieron que poner un anuncio fuera de la casa que decía “Se vende Mangos”, la gente empezó a tocar la puerta para comprar los mangos, y se empezó a correr la voz de que los mangos que vendía la hermana Anita tenían un delicioso sabor ya que eran el fruto de un injerto de 3 tipos de mangos y habían sacado lo mejor de cada uno.
Finalmente, todos los mangos que el árbol dio esa temporada se vendieron y todo el dinero que se obtuvo de la venta lo entrego a su obispo para cumplir con la donación que les habían solicitado para la construcción del templo. La hermana Anita se sentía feliz y agradecida, ese milagro le permitió contribuir para tener un templo en su país.